Los ANT-MAN
Van más de tres horas manejando en un camino de trocha carrozable, el mismo que había empeorado debido a las lluvias. Hay una consigna: llevar la ayuda donde fuese necesaria. Algunas personas en el camino nos decían que el huaico se había “comido” la carretera y muchas veces se despedían contándonos de un lugar.
“Callahuanca, tienen que llegar a Callahuanca”
Callahuanca, es un pueblo ubicado en la zona norte de Huarochirí, en el valle de Santa Eulalia. Era uno de los pueblos afectados por los huaicos que se habían presentado en varios puntos del país. Sin duda Tumbes, Piura, Lambayeque y La Libertad eran las ciudades más golpeadas por las lluvias torrenciales, los desplazamientos de tierra y el desborde de los ríos. Las cifras arrojaban más de 70 muertos; más de 103,800 damnificados; más de 665,300 afectados y más de 18 desaparecidos, todas con cifras hasta ese momento, las cuales aumentarían considerablemente.
Luego de varias horas llegamos a una zona cubierta de piedras de gran tamaño, estas impedían el tránsito de cualquier camioneta o auto. Frente a nosotros una coaster, que si bien estaba cuadrada, definitivamente coqueteaba con el abismo. Una joven se acercó mientras bajábamos para planear que haríamos. Nos indicó que Callahuanca estaba a unos kilómetros de caminata, pero que si deseábamos, las donaciones las podían trasladar gente del pueblo.
“Ellos están llevando agua como hormigas”
Ya comenzaba a oscurecer por lo que consideramos conveniente acoger esta idea y comenzamos a bajar las cosas, muchas de ellas pesaban. El desembarque nos terminó de agotar por completo. En ese momento aparecieron “los hombres hormiga”, sin duda los HÉROES de esta historia.
Amigo lector, para mover paquetes grandes y pesados uno esperaría gente con una capacidad física que no deje duda de la labor, hombres y mujeres, algo así como un guerrero Chanca o Espartano; amiga lectora es probable que para una actividad física que exija un gran esfuerzo uno escogería a una persona joven, con aun muchos años por delante.
Los ANT-MAN eran mujeres y hombres adultos, que posiblemente aquí en la ciudad serian atendidos en las cajas de atención preferencial. Tengan por seguro que si ven subir al micro a uno de ellos, no dudan ni por un segundo en cederles el asiento. Lo que trato de explicar es que, con la primera impresión, jamás, de ningún modo se pensaría que estas personas podrían trasladar paquetes de gran peso y tamaño.
Se acercaron con una gran sonrisa en la cara, nos abrazaron como si nos conociéramos de toda la vida, nos apretaban como si fuésemos sus hijos. Sentimos su alegría y sospecho que ellos también sintieron la nuestra. Fue el mejor momento del día.
Sin darnos cuenta, había seguido nuestros “pasos” una camioneta todo terreno. Ellos también habían decidido llegar lo más lejos posible. Adornaron el momento de color rojo. Rojo como las hormigas y rojo como las deliciosas sandías que trajeron consigo y decidieron compartir con todos. La tolva de su camioneta estaba llena y todos comimos felices porque muy pronto la mayoría de ellas estarían en manos de gente que las apreciaría más que cualquiera. Luego comprendimos la real magnitud del esfuerzo colosal, de la misión monumental que tenían por delante.
Es cierto que nosotros nos habíamos parado frente al precipicio, pero lo que ellos hicieron fue cruzarlo con su andar, prácticamente construían con sus huellas un puente sobre el abismo. Eran superhéroes cuyo poder habitaba en los pasos llenos de fe que daban, ellos estaban completamente convencidos de que no solo transportaban alimentos; también contarían a los suyos que existían compatriotas del otro lado del camino, que harían lo imposible por llegar a ellos. El heroísmo no consistía estrictamente en la tarea de trasportar los víveres al borde del abismo, no es que no tuvieran miedo de morir; tenían miedo, pero lo superaban. Consientes de sus deficiencias enfrentaban el problema, ese es un héroe.
¿Cuántos podemos ser héroes?
Y sí ya fuésemos héroes, ¿Cuántas vidas habremos mejorado hoy?
Dheys Ríos
